lunes, 19 de septiembre de 2011

Paul cerró los ojos y se recargó en la barda de ese lugar que conocía tan bien. No es que viniera muy seguido, de hecho no habrían sido más de dos veces, pero esas dos veces habían bastado para volver a Strawberry Field uno de sus lugares preferidos. No era más que un refugio para niños, y él definitivamente ya no era un niño, pero se había vuelto muy importante para él y no podía evitar echarle aunque fuera una mirada cuando pasaba por Penny Lane hacia la casa de John.

Era uno de esos lugares que iba a extrañar cuando estuvieran allá en Hamburgo. Pero era lo mejor, definitivamente era lo mejor. Era un paso más, otro escalón hacia la cima de las cimas. Sonrió, pronto llegarían, estaba seguro.

De pronto decidió que ya era hora de volver a casa, pues debía tener todo listo para partir y el cielo comenzaba a oscurecer. Pero algo lo hizo permanecer en su lugar, quizá la forma en que las copas de los árboles se movían con tanta tranquilidad y le susurraban cosas sin nada que interfiriera.

Excepto que sí hubo interferencia.

De pronto alguien cayó a su lado produciendo un ruido sordo sobre el césped, y sintió como el corazón le daba un vuelvo por la sorpresa.

—Hey Paulie, ¿te asusté?

Era John, y Paul se preguntó cómo es que no lo había escuchado brincarse la barda antes.

—Claro que no —respondió tajantemente—, ¿cómo supiste que estaba aquí?

John se encogió de hombros con una sonrisa en su rostro. Intuición, tal vez. Lo cierto era que había estado buscándolo y no lo había encontrado en ninguno de sus lugares predilectos.

—Iba de regreso a casa cuando se me ocurrió hacer una pequeña parada.

Paul asintió y volvió su mirada hacia el frente. Permanecieron en silencio por un momento, pero no era un silencio incómodo, sino todo lo contrario. Sin embargo seguía siendo un silencio y John decidió cortarlo.

—¿Por qué llamaran a este lugar “Strawberry Field” si no hay ninguna fresa por ningún lado?

Paul frunció un poco el ceño, como si esa fuera una de las preguntas más inteligentes jamás hechas por el hombre.

—No lo sé, supongo que por suena lindo.

—Eso no es suficiente.

Paul rió entre dientes y sacudió la cabeza.

—Lo único que sé es que quisiera estarme comiendo una fresa.

—Yo te conseguiré muchas, muchas fresas, Paulie —dijo John mientras se acercaba a él en un intento de voz seductora que sólo hizo reír a Paul—, si te quedas conmigo te conseguiré eso y más.

—Oh, ¿en serio? —Respondió, siguiéndole el juego—, ¿cómo que más cosas?

John se había acercado al punto de que ahora lo tenía acorralado contra la barda, pero no era algo que molestara realmente al otro.

—¿Recuerdas la última vez la última vez que estuvimos aquí? —Le murmuró en el oído suavemente.

Claro que recordaba, olvidarlo sería imposible. Sintió como una extraña sensación le invadía el estómago además del sonrojo que esperaba el otro no pudiera ver.

—Bueno, pues muchas cosas como esas y más, ¿qué te parece, Paulie? —siguió murmurando para después darle un suave beso en el oído—, todo lo que quieras, yo lo conseguiré…

—Creo que me basta contigo, Johnny —respondió Paul en voz baja, aunque su corazón comenzara a latir más rápido de lo normal. No era ni de lejos la primera vez que John lo besaba o él a John, pero el otro siempre podía conseguir ese efecto en él. A veces se sentía tan vulnerable.

—Eres tan lindo, ¿sabías eso? —respondió John para después comenzar a besarlo en el rostro, una y otra vez. Paul no hizo nada para impedírselo, y finalmente quedaron frente a frente, tan cerca que podía sentir la respiración de John.

—Tú también eres lindo —murmuró Paul, mirándolo a los ojos. No mentía.

Sintió como John lo tomaba de las manos con suavidad. Se encontraban sentados en el pasto, solos ellos dos, y en el cielo ya brillaban las primeras estrellas. Era perfecto y ninguno de los dos quería que el tiempo avanzara.

—¿Recuerdas que fue aquí cuando te besé por primera vez? —preguntó John en voz baja, frotando su nariz con la del otro.

Paul rió entre dientes y asintió.

—Nunca lo olvidaré, fue el momento más extraño de mi vida.

—¿Te arrepientes?

—Jamás.

John sonrió, como si hubiera esperado esa reacción, y finalmente rompió la poca distancia que tenían entre los dos para darle un beso en los labios, del que no se separaron hasta que la falta de aire los obligó.

—Deberíamos irnos ya, no quiero que Mimi pase su última noche conmigo molesto —dijo John, poniéndose de pie sin soltarle de las manos—, te acompaño a casa.

—No tienes porqué, puedo ir solo.

—¿Y dejarte caminar por las peligrosas calles de Liverpool sin nadie que te defienda en la oscuridad? Nunca —respondió John negando con la cabeza.

Paul rió entre dientes y se puso de pie también.

—¿Y a ti quién te defenderá?

—No necesito que me defiendan, Macca. Tú sí, porque eres demasiado lindo para tu propio bien.

Paul sabía que no iba a hacerlo cambiar de opinión, así que lo soltó y se volvió hacia la barda que debía de brincar. Sin embargo se quedó en seco, viéndola y sin moverse.

—¿Sabes algo, John?

—¿Uh?

—Te amo.

Y la brincó, cayendo del otro lado, a la acera de la calle que estaba totalmente desierta.

—¡Yo también te amo! —gritó John del otro lado. Del lado de Strawberry Field.

Paul rió y comenzó a correr calle abajo, con John detrás. Aunque John era mucho más rápido y sólo sintió sus brazos rodeándolo.

viernes, 16 de septiembre de 2011
The Long and Winding Road

Come Together


No serían más allá de las 7:30. Las personas en sus autos estaban desesperadas, era en estos momentos cuando empezaba la hora pico. Algunos con la prisa de dejar a sus hijos en la escuela, otros y sus trabajos. Ah, tantas cosas que para George lucían tan lejanas.

Él ha diferencia de muchos compañeros suyos, solía irse caminando a la escuela. Lo consideraba mejor ¿Razón? Ninguna en particular, pero le parecía más atractivo.

Hoy, después de unos dos refrescantes meses de vacaciones, volvían a clases. Para George significaba que estaría a dos años de terminar la secundaria, y eso era bastante bueno. Verán, a diferencia de la horrible secundaria, el bachillerato tenían menos restricciones. La que más ansiaba era la del uniforme: Los de bachillerato no usaban, así de simple.

En cambio él usaba un uniforme horrible. Un saco color rojo vino, el cual solía dejar abierto; una camisa blanca, jamás, pero jamás, abrochaba los primeros dos botones; una corbata a juego, que ni una sola vez se había amarrado. Sus pantalones oscuros junto a sus zapatos negros.

Llegó justo en el momento que la campana sonaba. Acomodó un poco su saco de tal forma que no se notaba lo mal que llevaba el uniforme. La prefecta le dio un aviso sobre su cabello, pero nada más.

Otra cosa que envidia de los de bachillerato, era que a ellos podían traer su cabello como se les viniera en gana.

George se abrió paso entre la multitud de alumnos mientras buscaba a algún conocido y claro, de pasada buscar su salón. Gruñó un poco ante el despreocupado alumno de primero que accidentalmente lo había pisado, pero el pequeño había sido más rápido que él y había huido antes de que pudiera decir o hacer algo.

Después de lo que serían unos 5 minutos de caminata vio a lo lejos a uno de sus amigos, cerca de una máquina expendedora. Apresuró un poco el paso tratando de alcanzarlo y no perderlo entre la muchedumbre de alumnos. No tardó mucho tiempo en llegar a su altura.

– Paul –llamó George llamando la atención del nombrado.

George le echó una mirada rápida a su amigo. Chasqueó su lengua, y es que Paul siempre tenía que ser tan…correcto. Con su uniforme sin arruga alguna, su corbata perfectamente amarrada, sus siempre voleados zapatos. Y oh claro, su cabello cortado de una forma que se veía largo, pero no lo suficiente para que te regañen. Y lo que parecía incomprensible para George era el porqué Paul era tan popular entre las chicas. De verdad que no entendía aquel no-sé-que que tenía Paul.

–¡George! –Paul se giró para verlo. Aparentemente estaba a punto de comprar algo de la máquina–, Que bueno verte ¿Cómo has estado?

–Bien, bien ¿Vas a comprar algo? –preguntó señalando la máquina, esperando poder robar algo de lo que sea que fuera a comprar Paul. Y no es que no hubiera desayunado ni nada…pero traía antojo.

Paul asintió en respuesta, se volteó momentos después y echando una moneda a la máquina, marcó algún número y esperó por su comida. Una bolsa de papitas bajó segundos después. George sonrió a sí mismo, pues esas eran de sus favoritas. Más se intrigó un poco por la cara que había puesto Paul al abrir sus frituras, era algo parecido a: "No me jodas" Y no era para más. Paul le dio una vuelta a la bolsa haciendo que tres papas cayeran. George vio expectante la bolsa ¿Qué no deberían bajar más? Pero pronto comprendió la triste verdad.

–¿Cuáles son la probabilidades? –dijo George, rompiendo el silencio que se había formado entre los dos, sin dejar de ver en ningún instante las papas en el suelo.
Tan concentrados estaban en la reciente decepción que no se dieron cuenta de aquellos pasos que se acercaban más y más, si no fue hasta que esos zapatos pisaron las papas que ambos se vieron obligados a levantar la mirada para ver al que había roto sus papitas.
Es de bachillerato, pensó inmediatamente George al ver que el muchacho no usaba uniforme. Pero no era de su importancia, o al menos, no lo había sido sino hasta el momento en que notó la forma en que Paul miraba al muchacho. Era como si…alguien le estuviera agarrando las bolas tan pero tan fuerte que ni podía gritar del dolor.

También se dio cuenta que el muchacho, aunque lucía estar muy concentrado en lo que fuera que iba comprar, tenía una sonrisa. Esa que tienes cuando estás haciendo una maldad… ¿Será que se conocen?

–¡¿Pero cuál son las probabilidades?!– dijo casi en un grito el muchacho haciendo obvio que quería que el mundo se enterara. O más bien, que Paul se enterara: –, Jelly-babies gratis, hoy si que estoy de suerte.

Y definitivamente aseguraba ahora que Paul y ese…muchacho de la nariz aguileña se conocían. Pues no había visto antes que Paul tuviera aquella mirada asesina con nadie, al menos no con nadie que no conociera. Es más, el momento en que Paul se fuera contra el muchacho no parecía muy lejano.

–¿Sucede algo? –preguntó el muchacho que parecía haberse dado "cuenta" de la asesina mirada de Paul y la pesada mirada de George, quien no podía ver más allá de aquellos jelly babies…se veían tan apetecibles.

–Nada en especial –respondió Paul forzando una sonrisa que sólo hizo sonreír más al muchacho–, Vamos George, no debemos llegar tarde.

George le miro en respuesta. Disgustado un poco pues ya se había planteado la idea de comprar unos jelly babies…O tal vez tomar los del tipo y huir.

–Andando, George –dijo Paul quien ya había comenzado a caminar. El más joven soltó un suspiro antes de ir caminando atrás de su amigo ante la posible satisfactoria mirada del tipo.

Caminaron un rato llegando a la zona de salones. Un rato, que sin bromear, a George le pareció eterno. Paul iba en su mundo enojado y murmurando algunas palabras sin sentido. A ojos suyos –y de cualquiera, podría apostar-, parecía que el tipo lo sacaba de sus casillas como nadie antes había logrado hacerlo. Y era por eso que George debía saber quién era.

–¿Conocías al tipo?–preguntó de súbito, sacando a Paul de sus pensamientos.

–¿Qué? Por supuesto que no –respondió mientras retomaba su caminata.

–¿De verdad? Parecía que ibas a golpearlo o algo así, en cualquier minuto…

–¡No es nada! ¿Okey? –exasperado se dio la vuelta para ver a George–, Sólo es un tipo ¿Qué lo odio? Tal vez, pero no es nadie importante ¿Ok?

–Vale, vale –George asintió un par de veces dando más énfasis a su respuesta.

–Bueno –Paul detuvo su caminar justo enfrente de un salón –, Aquí me toca, nos vemos luego.

George se aseguró de que Paul entrara al salón antes de seguir su andar. Caminó un par de pasos más y cuando debió haber dado la vuelta a la izquierda para entrar a su salón, dio una vuelta a la derecha ¿A dónde iba? Simple, iba al bachillerato.

Como dije, alguien que hacía rabiar tanto a Paul debía conocerlo.

Evadió con éxito a la prefecta que se hallaba en la puerta del edificio de Bachillerato. Supuestamente, él, como alumno de secundaria no debía entrar a dicho edificio. Y aunque nunca entendió muy bien por qué, realmente nunca fue de su gran interés saberlo.

Se situó al lado de un montón de alumnos, tratando de pasar desapercibido. Se había quitado su chaqueta y su corbata, guardándolas en la mochila, pues sus colores eran tan chillantes que podría ser reconocido al instante. Y sin más que hacer se puso a buscar al muchacho de la nariz aguileña.

Estuvo vagando por un buen rato, sin saber muy bien a dónde dirigirse. Había entrado ya a dos laboratorios y el baño de niñas por error. Es que era tan fácil perderse, éste edificio era más grande que el de secundaria y contaba con más personas.

Pero cuando estaba a punto de entrar a un salón por enésima vez aquel día, vio de reojo al muchacho que estaba buscando. Justo en el segundo piso: recargado en la barda y hablando con algún tipo de no-sé-qué-cosa, se encontraba el muchacho que había estado buscando. Con un paso apresurado subió las escaleras, esperando no perderle la vista al tipo.

Lamentable fue el hecho que cuando dobló en la esquina correcta, el tipo había desaparecido. Chasqueó la lengua con frustración, pues ahora debía reiniciar su búsqueda. Mínimo ahora sabía que debía estar en este piso.

Un rato fue el que estuvo mirando por las ventas de los salones de ese piso y cuando estaba planteándose la idea de rendirse y volver a su clase, vio en la última ventana del último salón al muchacho que había estado buscando. Ahí , sentado en el último asiento, justo al lado de la pared junto al tipo con el que lo había visto, estaba el muchacho de la nariz aguileña.

Ahora que lo había encontrado había comenzado a pensar ¿Qué haría exactamente? ¿Decirle que dejara a Paul en paz? Ni si quiera sabe exactamente que hizo aquel tipo para poner a Paul tan furioso ¿Preguntarle qué lio trae…?

–Oye ¿Qué haces? –escuchó a sus espaldas.

–Estoy…observando a alguien –respondió sin voltear.

–Ah…–hubo un largo silencio con el que George interpretó que esa persona se había ido. Lamentablemente no fue así–, Y puede que me equivoque pero ¿No eres tú de secundaria?
George no supo si voltear o ignorarle. Realmente no pensaba que lo fueran a descubrir tan rápido, y aunque no sonaba a alumno, estaba seguro que terminaría por acusarlo.

–¿Quién te dijo? –respondió mientras se daba la vuelta. Grande fue su sorpresa al ver al…muchacho. Él realmente esperaba una cosota de dos metros y medio, con una súper barba y cara de te voy a matar. En cambio se encontró con alguien que era más pequeño que él, y obviamente barba no tenía, y la cara…bueno tenía una de no matar ni a una mosca.

–Lo deduje por el uniforme.

–Mmm…Oye ¿Tú vas en esta clase? –preguntó de la nada

El que era posiblemente más grande, le miro un poco intrigado y dudo un poco el si responder o no: –, Si… ¿Por?

–¿Conoces al tipo de ahí? –señaló por la ventana.

–¿Quién? –el tipo se estiró un poco para ver por la ventana al lugar señalado por George–, ¿Stu? –respondió inseguro, pues no sabía si el muchacho a cuál de sus dos compañeros había señalado.

–Con que Stu, eh…–sonrió para sí, dejando a la vista uno de sus colmillos.

El muchacho más grande sólo lo vio algo extrañado…Bueno, tal vez demasiado. Y estaba casi seguro que debió haber dado la vuelta y no mirar atrás, tenía esa vocecita en su cabeza que le decía: "¡Huye!". Raro era el hecho de que esa misma vocecita le decía: "Quédate, ni se te ocurra dar la vuelta y huir".

–Por cierto…Soy George –se presentó el más joven, volteando a ver a su acompañante.

–Ah? –el otro le miró, como si no entendiera sus palabras, más que nada por qué lo había sacado de sus pensamientos y tomado por la guardia baja. Ante la mirada expectante de George, supo que era su turno de presentarse–, Ah, si…emm…Richard.

–Muy bien, Ritchie –comenzó George–, ¿Qué tanto me puedes platicar de este tal, Stu?
Ringo alzó la ceja interrogante: –, ¿Y puedo saber porqué el interés? –después de todo, hablaban de un amigo suyo. No el más cercano de todos, pero amigo suyo al final. Y podía ser que tal vez aquel muchacho estuviera interesado de una muy extraña forma en Stu, como solía pasarle a veces con las chicas. Claro que ahora estábamos hablando de un chico, y eso hacía diferente el asunto.

–Curiosidad –hizo un ademán con los hombros, como si el asunto no fuera tan importante.
Pero antes de que Ritchie tuviera la oportunidad de responderle o si quiera pensar en algo coherente para decir, escuchó claramente como alguien se aclaraba la garganta. Y créanme, no sonaba para nada feliz.

–Sr. Starkey – el nombrado se dio la vuelta lentamente para toparse con los ojos del perfecto. Un monigote, gordo y con sólo tres pelos grises como cabello. George no pudo evitar compararlo con un manatí o algo parecido–, ¿Puedo preguntar qué hace usted fuera de clases?

–Bueno…–comenzó a hablar mientras buscaba una convincente excusa–, Estaba en el baño ¿Sabe? El almuerzo no me cayó muy bien –dijo con una mueca de falso dolor, pasando su mano por el estómago.

El prefecto alzó una ceja, inconforme con la respuesta, cuando sus ojos pasaron del más pequeño al más grande. Frunció el ceño, al notar bien de qué clase era el muchacho.

–Y aunque estoy muy interesado en sus problemas intestinales, Sr. Starkey –una pequeña mueca de desagrado cruzó por su cara–, Debo preguntarle ¿Qué hace con usted este joven de, si no me equivoco, secundaria?

Starkey volteó a ver a George con un aire un tanto preocupado, quién, en cambio parecía bastante relajado. Pero antes de que el más joven pudiera decir o a hacer algo para defenderse, había sido interrumpido por Ringo.

–Verá, él es… Un hermano lejano –respondió sin pensar–, Y está aquí porque le iba a…dar el dinero del almuerzo –explicó ante la sorprendida mirada de George y la incrédula del perfecto.

–Sr. Starkey, lo conozco a usted desde hace ya bastante tiempo. Y sé perfectamente que es hijo único.

–Bueno…si pero, él es…diferente ¿Sabe? Es amigo mío, demasiado cercano debería agregar –dijo entre cavilaciones, sin si quiera estar seguro de lo que estaba hablando. Sin mencionar que la pesada mirada de ambos sobre él lo ponía bastante nervioso–, Y por eso…casi como un hermano para mi ¿Sabe? No es que lo sea de sangre…pero lo es de corazón –y estaba seguro que sus cavilaciones hubiesen seguido de no haber sido por la mano en su hombro que lo hizo callar.

–Gracias por el intento –le dijo George con una leve sonrisa antes de voltear a ver al prefecto–, Estaba a punto de irme, así que no tiene nada más de que preocuparse.

–Bueno, permítame escoltarlo a la salida –se giró sobre sus talones, antes de comenzar su marcha.

–Hasta luego, Ritchie –se despidió George antes de seguirle el paso al perfecto. Y bueno, cabe mencionar que dejó a un muy confundido Ringo atrás, quien entró al salón sin saber que había sido todo lo anterior.

No pasó mucho tiempo, aun que para George el tiempo pasó de una forma eterna, antes de que estuviera de vuelta a las calles. Hacía ya una media, tal vez una hora, que las clases se habían acabado, pero no se sentía con el humor de volver a casa. En el momento en que había vuelto a clases había sido regañado, realmente no le importaba mucho. Lo que si le molestó fue la tarea extra que le habían dejado debido a eso, y sumándole el hecho que no había podido hablar con el tal Stu, no había sido un buen día para él.

Siguió pateando la misma piedrita de hace quince minutos. Y tal vez fue un arranque de enojo y frustración, tal vez no midió bien su fuerza, quien sabe, pero aquella piedrita salió volando lejos de ahí y se perdió detrás de los arbustos.

–Ouch! –escuchó claramente lo que al parecer fue un lamento.

Y juraría que el tiempo comenzó a transcurrir lento, mientras veía quien salía del arbusto. Una ligera sonrisa cruzó por su cara cuando vio perfectamente al niño de la nariz aguileña sobándose la cabeza buscando, probablemente, al culpable de su dolor.

Se encontraba preocupado, pero no iba a admitirlo, al menos no todavía. Estaba acostado sobre la cama de Ringo, en vez de la suya propia, con un cigarrillo en una mano y la guitarra junto a él, había intentado escribir algo pero simplemente no se podía concentrar.

Y el motivo era algo estúpido. No se le podía llamar de otra forma al hecho de que estaba con la mirada absorta en la tormenta que hacía vibrar las ventanas justo en ese momento, sin poder pensar en otra cosa. A él no le molestaba mucho esa clase de clima, pero conocía a alguien que sí, y que justamente no estaba en el hotel.

¿Dónde estás, Ringo?

Seguramente Eppy ya había mandado a alguien para buscarlo y traerlo de vuelta, pero la simple idea de que Ringo estuviera afuera, con lo mucho que odiaba la oscuridad y las tormentas, no le agradaba. Pero tenía que estar bien, no podía ser de otra manera.

De pronto escuchó gritos, un golpe y risas en la habitación de junto, y soltó un suspiro de exasperación. Seguramente eran sólo John y Paul siendo ellos y haciendo tonterías, y trató de ignorarlos lo mejor que pudo, volviendo a su difícil tarea de preocuparse.

¿Desde cuándo se comportaba de esa manera?

Fue entonces cuando la puerta se abrió y entró un Ringo chorreando agua y tiritando de frío.

—¡Ringo! —exclamó George y sin poder contenerse y apagando el cigarrillo en el cenicero— ¡Maldita sea, estás chorreando!

Ringo asintió levemente, tenía los brazos cruzados como protegiéndose del frío.

—M-me agarró la t-tormenta… —murmuró.

George saltó de la cama y corrió al baño para sacar toallas, las cuales lanzó a la cama.

—Tienes que quitarte eso o te vas a enfermar —le dijo, pensando en que, conociendo a Ringo, igual pasaría de forma inevitable.

—George, t-tienes que ver esto —dijo Ringo, al tiempo que se desabrochaba el abrigo.

George arqueó una ceja confundido, trató de decir algo pero todo eso se acabó en cuanto vio lo que el otro traía entre en el abrigo.

—…¿No es lindo? —murmuró Ringo, sonriéndole ampliamente y sosteniendo a un cachorrito entre sus manos.

Sí, era lindo. Muy lindo.

—¿Qué…? —murmuró, poniéndose de rodillas frente a él para observar al cachorro, que temblaba de frío al igual que su aparente dueño.

—T-tiene unas cejitas, ¿lo ves? —dijo Ringo ampliando su sonrisa—, así que lo llamé Georgie.

George levantó la vista por un momento y le sonrió, sin embargo, la volvió a bajar inmediatamente. Por algún motivo extraño no se la había podido mantener.

—Excelente elección, es muy guapo —dijo para después acariciarle una oreja al cachorrito.

—Lo sé, es adorable, ¿verdad? N-no pude dejarlo ahí solito en la calle con este clima, así que lo traje.

—Hey, pero mira, tiene los ojos igualitos a ti —dijo George, tocando con el dedo la nariz de Georgie—, los más azules del mundo.

Ringo levantó a su nueva mascota y la acercó a su rostro, hasta que Georgie le lamió la nariz y ambos, él y George, rieron.

—T-tienes razón.

—Ahora deberías de darme a Georgie para que te cambies —dijo George, poniéndose de pie, pero sin borrar su sonrisa—, yo lo secaré mientras.

Ringo asintió y le entregó al cachorrito, quien se acurrucó entre sus manos. Era tan pequeño que George temió que por un momento pudiera hacerle daño accidentalmente, pero eso no sucedió.

De qué va esto...

Sitio de Fanfictions de The Beatles en español, únicamente slash. Esto quiere decir que aunque sí puede llegar a haber alguna relación hetero en las tramas, lo principal van a ser de chicoxchico. Si esto no te agrada, lo mejor será que cierres esta página y te olvides del asunto. Si te da curiosidad o te agrada la idea, adelante. Bienvenidos~

OneShot: Son los fics pequeños que no tienen continuación ni relación con ningún otro. De un sólo capítulo.

The Long and Winding Road: Mi único fic multichapter por ahora~ John, Paul, George y Ringo tienen que asitir a la escuela durante otro año más, aunque la idea no les agrade mucho... pero quien sabe, puede que todo termine de cabeza y cambien cosas que ninguno de ellos creía posible. Universo Alterno. Época Actual.
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